15 Junio
15 Junio 2022 por FEUSO | La Rioja
Frente a la ausencia de respuesta por parte de la Consejería de Educación de La Rioja a las quejas de los docentes, el alumnado y las familias por la falta de propuestas organizativas para hacer frente a la ola de calor que estamos viviendo, FEUSO está repartiendo al profesorado un abanico como consuelo por los factores de estrés térmico y laboral que vivimos en el final de curso.
FEUSO denuncia que los docentes de La Rioja viven el final de curso cerca del burnout o “síndrome del trabajador quemado”, ya que están impartiendo clases con temperaturas superiores a los 27 grados centígrados que, como recoge el Real Decreto 486/1997 por el que se establecen las disposiciones mínimas de seguridad y salud en los lugares de trabajo, es el tope que permite la ley.
Es cierto que el gobierno de La Rioja no tiene la culpa ni del frío, ni del calor ambiental, y que la medida estrella de la Administración ha sido la política de ventanas abiertas y la supresión de las jornadas especiales de septiembre y junio, pero consideramos que ahora mismo se debería adelantar la salida de clases para evitar riesgos mayores.
El curso 2021/2022 se ha caracterizado por la publicación de órdenes o instrucciones que no necesitábamos, como han sido los cambios de normativa una vez que empezó el curso; y la falta de diligencia a la hora de publicar la normativa que sí necesitamos para septiembre: seguimos a la espera de los decretos autonómicos que van desde Educación Infantil a Bachillerato y, por lo tanto, de la normativa posterior. Esto también es como para estar quemado.
Esta falta de previsión y de respuesta por parte de la administración nos lleva a vivir con continuas improvisaciones en las que, con frecuencia, parece que el ejecutivo está más pendiente de los titulares, las cámaras y los micrófonos que de las necesidades reales de la Comunidad Educativa; y esto quema.
El profesorado está obligado, por ley, a no superar su jornada laboral: pero, cómo no ser responsable y hacer un esfuerzo extra para elaborar informes, asistir a reuniones, atender a familias... En esta tormenta caótica, el profesorado intenta salvarse de esa espada de Damocles que es el estrés por responder con dignidad al alumnado y a sus familias, llegar a tiempo en la entrega de documentos y poder estar en todos los lugares en los que se le requiere y esto, claro que quema.
Sabemos que en la Consejería de Educación son conscientes de que vivimos un cambio legislativo que afectará, sobre todo, a la evaluación; pero dudamos de que se hayan dado cuenta de que esto, para que salga bien, necesita cambios en los presupuestos, en las condiciones laborales... y que estos cambios son un derecho de todos. Estos agravios comparativos, también queman.