¿QUÉ MUNDO VAMOS A DEJARLE A NUESTROS HIJOS? Y ¿QUÉ HIJOS VAMOS A DEJARLE AL MUNDO?

14 Enero

14 Enero 2011 por FEUSO | Noticias

Profesor universitario de Ciencias de la Educación, Philippe Meirieu ha sido también durante años profesor en un liceo de los suburbios de Lyon. Una llamada de atención. Carta a los mayores sobre los niños de hoy condensa sus inquietudes como educador, sabiendo que en este proceso está en juego tanto el futuro de cada niño en concreto como de toda la sociedad en su conjunto.


El tono del libro es abierto, nada dogmático. Meirieu avanza sin imponer nada, plenamente consciente de sus limitaciones. La situación actual es totalmente nueva en la historia y las recetas de siempre resultan gastadas e inservibles. “Nunca volveremos –escribe- a encontrar las certidumbres educativas de antaño, nunca resolveremos de forma duradera nuestros problemas trasplantando comportamientos pasados a situaciones radicalmente nuevas”.
 Los nuevos tiempos exigen, pues, otros métodos, no precisamente revolucionarios, pues la historia de la educación ha vivido ya todo tipo de experimentalismos, la mayoría con resultados más bien pobres. Pero conviene reflexionar y meditar sobre qué camino tomar para acertar. Eso sí, no existen soluciones mágicas: “Sé tan bien como usted, señora, señor, lo difícil que es esto. Desconfío de las mentes preclaras que ya tienen todas las respuestas. Como ustedes, estoy dominado por la zozobra, atormentado por la duda”. Interesante punto y de partida y conclusión.

Este libro es un meditado ejercicio de análisis por parte del autor. “Necesito comprende lo que está pasando. Confrontar mis análisis, compartir mis inquietudes, poner a prueba mis propuestas”. En la primera parte el autor sintetiza sus dos principales preocupaciones: “¿Qué mundo vamos a dejarle a nuestros hijos?” y “¿qué hijos vamos a dejarle al mundo?”. Las páginas que siguen es un intento por aclararse y proporcionar a los lectores sugerentes pensamientos sobre la situación actual de la educación.

Son muchos los temas que se tratan, todos de fondo, recurriendo a la historia de la educación para situar a los lectores y sacar conclusiones sobre la situación actual. Su análisis es, por un lado, muy crítico, pues la cultura actual ha distorsionado a cien por hora los objetivos de la educación. Pero Meireau no es pesimista. Todos –padres y educadores- estamos ante un reto histórico. Por eso, como reza el título, primero hay que llamar la atención; luego vienen las propuestas, siempre generales y que convendrá asimilar con paciencia para cambiar los objetivos y, quizás, también los métodos.

Una llamada de atención. Carta a los mayores sobre los niños de hoy
Philippe Meirieu
Ariel. Barcelona (2010)
255 págs. 20,50 €.

TECNOLOGÍAS NUEVAS, TENTACIONES NUEVAS, PATOLOGÍAS NUEVAS

 “Tecnologías nuevas, tentaciones nuevas, patologías nuevas: no existe ninguna solución para estas novedades, para las inquietudes que provocan, para los problemas que plantean. Estamos condenados a improvisar. Apremiados por la urgencia. Solitarios en nuestras reflexiones. ¡Nos sentimos culpables por no saber nacer lo que nadie ha sabido hacer!”. (p. 156).

“A riesgo de parecer simplificador, diré que el principal imperativo educativo para fomentar el desarrollo y el ejercicio de la inteligencia de nuestros hijos consiste en exigirles una expresión oral y escrita rigurosa en todas las ocasiones de la vida y en todas las disciplinas escolares. Pues a través de esta expresión rigurosa, y con nuestra ayuda, poco a poco podrán ir haciendo las distinciones fundamentales”. (p. 186).

“El trabajo del educador consiste en ayudar al niño a desplazar su satisfacción del logro inmediato a la búsqueda de lo que le permite comprender, aunque tenga que perder tiempo, tantear, buscar informaciones poco accesibles, enfrentarse a la angustia de lo desconocido y quedar aparentemente retrasado con respeto a los que sólo se preocupan de exhibir lo antes posible unos resultados que atestiguan su virilidad mental. Aprender es, por tanto, aplazar, asumir la incertidumbre, meterse en una aventura muy imprevisible. Es disfrutar poniendo a prueba su inteligencia con el mundo gracias al lenguaje. Aprender es disfrutar de la exigencia de comprender”. (p. 188).

 “El individualismo social sitúa al adolescente en una situación que en buena medida es inédita. Porque para romper con los adultos es preciso encontrar modelos que puedan sostener esta ruptura. Pues bien, los modelos que sostenían antes la ruptura de los adolescentes con su familia pertenecían, en general, al mundo idealizado de los héroes positivos de la historia humana. Estos iconos, relegados al rango de carteles nostálgicos, ya no brindan hoy un traje con el que pueda vestirse el adolescente”. (p. 195).

“Por eso el mayor peligro que corren nuestros hijos es el de no habitar el mundo. El de ausentarse de él. El de ser secuestrados mentalmente por los explotadores de lo virtual. Para acabar cayendo en conductas de riesgo que los colocan al borde del precipicio, o bien en adicciones que los recluyan en un imaginario estandarizado”. (p. 197).

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