¿Por qué fracasan más los chicos en la escuela?

22 Febrero

22 Febrero 2011 por FEUSO | Noticias

Todos los Informes Internacionales (el último, el de PISA) confirman que el fracaso escolar es más acusado entre los chicos que entre las chicas. Sin embargo, para paliar estas diferencias, las soluciones brillan por su ausencia. Con el fin de analizar este asunto, David Chadwell, Coordinador del Departamento de Educación de Carolina del Sur (EEUUU), participó en el “Diálogo de Educación” celebrado el 17 de febrero organizado por las confederaciones de padres y madres de alumnos COFAPA y CONCAPA.


En España se repiten los mismos porcentajes que se manejan internacionalmente. Los chicos fracasan mucho más que las chicas. Pero vivimos instalados en un inmovilismo pedagógico que considera un pecado social tratar de buscar soluciones diferenciadas para educar a los chicos y las chicas. Lo mejor: esquivar y ocultar los datos, recurrir a los tópicos de rigor y, en definitiva, no hacer nada.

Sin embargo, la experiencia de David Chadwell en Carolina del Sur es otra muy distinta. A problemas nuevos, soluciones nuevas. En Carolina del Sur se aprobó en 2002, no sin un fuerte debate y mucha polémica, que las escuelas públicas puedan impartir asignaturas diferenciadas. Desde 2006 se ha extendido el modelo que comprende: escuelas públicas de enseñanza diferenciada y escuelas públicas mixtas que emplean el modelo de enseñanza diferenciada en algunas asignaturas. Los resultados hasta ahora han sido satisfactorios, de tal manera que los chicos, los más proclives al fracaso escolar, han cambiado sus expectativas y un buen porcentaje de ellos alcanza la graduación en Secundaria. Hillary Clinton fue una de las impulsoras de la extensión de este modelo educativo con el fin de mejorar los resultados de los estudiantes.

Chadwell opina que la enseñanza diferenciada es una gran oportunidad para que los padres puedan elegir entre diferentes modelos pedagógicos y que su implantación supone tomarse en serio que el género sí influye en los procesos de aprendizaje. No se trata, como también ha dicho durante su intervención, de recuperar formas de educación ya gastadas que se basaban en una enseñanza diferenciada mal concebida y planificada. Para Chadwell las formas son muy importantes y deben adaptarse al contexto actual.

Según Chadwell, la enseñanza diferenciada fomenta la política igualitaria de los alumnos, pues busca soluciones para que todos ellos avancen en su formación, poniendo los medios pedagógicos para que nadie se quede en el camino. La forma en que aprenden uno y otro es distinta, y esto hay que tenerlo en cuenta. Además, los datos están ahí. No se trata de debatir una cuestión más o menos teórica. Para Chadwell, los datos no mienten y en todos ellos se demuestra que existe una diferencia significativa entre los resultados de los chicos y de las chicas.

Por ejemplo, en el último Informe PISA las alumnas superan a los alumnos en comprensión lectora en 39 puntos. En competencia matemática, los alumnos superan a las alumnas en 19 puntos, mientras que en competencia científica no hay diferencias significativas entre alumnos y alumnas.

Chadwell defiende la extensión de la enseñanza diferenciada como eficaz herramienta para combatir el fracaso escolar. Con los datos que él tiene de Carolina, los resultados de los alumnos, en los centros donde se ha implantado la diferenciada, han mejorado. También se apoya en las encuestas que ha realizado a los estudiantes, padres y profesores. Todos están contentos con la Enseñanza Diferenciada. Los estudiantes opinan que en clases diferenciadas, participan más, colaboran más y se sienten más seguros. Los padres se sienten satisfechos con los resultados de sus hijos y sus expectativas de éxito escolar, y los profesores destacan que los alumnos están más motivados, ganan en independencia y mejorar en actitud.

Para Chadwell, queda demostrado que el debate que provoca la enseñanza diferenciada poco tiene que ver con la educación. La enseñanza diferenciada encuentra, sobre todo, una oposición ideológica y política en aquellos sectores que han convertido la coeducación en un dogma político con implicaciones educativas y sociales. No admiten, como sí hacen los partidarios de la diferenciada, que puedan existir diferentes modelos y que de lo que se trata es de ser imaginativos a la hora de buscar las mejores soluciones para combatir el fracaso escolar. Por ello, Chadwell opina que en estos debates los políticos deberían pensar más en los beneficios de los estudiantes que el de apuntalar teorías que imponen un único y férreo modelo, inmovilista, cargándose de un plumazo otras opciones igualmente válidas.

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