29 Enero
29 Enero 2024 por FEUSO | Actualidad
Enero debería ser el mes de la Paz. Comenzamos el año con abrazos, besos, deseos de paz y felicidad a propios y extraños y terminamos el mes recordando el día 30 a Mahatma Gandhi, un pacifista que fue capaz de generar dinámicas de paz en su entorno. En su honor, UNICEF propone celebrar en todos los centros escolares la Jornada de la No Violencia y la Paz. El mundo educativo, FEUSO y miles de escolares en toda España se suman a esta Jornada que celebra el Día de la Paz. Este año, UNICEF nos pide poner el foco en una “vacuna del buen trato”.
Lo malo es que entre el 1 y el 30 de enero la realidad, que es tozuda, se empeña en demostrarnos que algunos planes, programas y campañas institucionales son un parche. Peleas entre hermanos, agresiones entre iguales, matonismo en el colegio, acoso en las redes sociales, violencia de género, actitudes machistas, homófobas o de odio entre los más jóvenes o deterioro de la salud mental… son ejemplos que evidencian que queda mucho por hacer.
Educar no es dar charlas, escribir, artículos como este o proclamar discursos manidos sobre la bondad humana. Hacen falta modelos, testigos que muestren el camino; porque el bien solo se siembra y solo aparece obrando. Y no un día, sino a lo largo de todo el año.
Cada vez que aparece un problema en la sociedad decimos que “esto es un tema de educación”. Los problemas de tráfico, la obesidad o la salud bucodental son, entre otros, temas de educación; y en el colegio hay que aprender a comunicarse con asertividad, el valor del voluntariado, los fundamentos de economía financiera… Todo va a parar al colegio y con ello delegamos nuestra responsabilidad como padres, hermanos, tíos, vecinos, ciudadanos, políticos…
Quizá haya llegado el momento de recordarnos que nuestra responsabilidad es ser buenos ciudadanos, comprometidos en dar ejemplo a los niños y niñas para que sean bien educados.
Lamentablemente, el ejemplo que damos algunas veces deja mucho que desear: en casa las prisas, los nervios o la frustración nos llevan con facilidad a un mal gesto o una mala palabra y, por comodidad, convertimos a tertulianos, youtubers e influencers en modelos que enseñan que dialogar es lo que ellos hacen; que cuidarse y tener una vida saludable es seguir sus consejos y que la felicidad es el mundo maravilloso que venden a base de filtros, trucos de cámara y horas de producción. Y como no podemos llegar a todo y tenemos que centrarnos en lo importante, delegamos nuestra labor de educar confiando en el colegio y apostamos por ellos cuando “todo va bien”, y renegando de todo cuando las cosas no van todo lo bien que quisiéramos. Si nos dicen que el niño o la niña de 16 años “molesta” en clase, el de 14 se pega con un compañero o el de 12 manda mensajes inapropiados en las redes sociales, hablamos con él; eso sí, para recordarle que él tiene derechos y para decirle lo ineptos, incapaces y poco preparados que están sus profesores.
La educación para una paz duradera y la vacuna del buen trato son temas de educación. Y nos quedamos tan anchos. “Echamos balones fuera” y, paradójicamente, la patada adelante se vuelve contra nosotros, pues en el ejercicio inconsciente de buscar responsables, confundimos “educación” con lo que pone en los libros de nuestros hijos, lo que dicen las leyes educativas, la ministra y su ministerio y nuestros periodistas y tertulianos de cabecera, con el buen trato, el respeto, la cultura y la educación que cada cual tiene y que hacen de nosotros, como sociedad, una buena tribu.
Las vacunas del buen trato no se ponen en los centros de salud y la paz duradera no se aprende solo en los colegios. Tú, yo, cada uno de nosotros, somos educadores de buen trato y paz duradera en la medida en que somos portadores de paz: paz con uno mismo y paz con los que están a nuestro lado.
Pongamos en foco de la paz —y, por qué no, de la felicidad— en la vacuna del buen trato, como dice UNICEF. Tratémonos bien nosotros mismos y luego, tratemos bien a los demás: seríamos una sociedad más saludable.
Apostemos por una paz duradera: la que comienza por estar en paz con uno mismo y luego, sembrar paz en y entre los demás.
Roberto Cortés
FEUSO.-